martes, 5 de marzo de 2013

Los apropiadores Mariñelarena y Bacca dieron su previsible versión de los hechos ante el tribunal


Los jueces del TOF Nº 4 tomaron hoy declaración indagatoria a Cristina Gloria Mariñelarena y José Ernesto Bacca, los apropiadores de Hilario Cagnola Pereyra.
Comenzó Mariñelarena con una “semblanza” –fue el término que usó– de su pasado. Contó sus años como estudiante de medicina en La Plata, su ciudad natal, su casamiento en 1970 con Bacca, la operación en la que le extrajeron una trompa uterina, y el nacimiento de su hija Constanza en 1973.
“Quedo embarazada de inmediato y pierdo un bebé de seis meses y medio, casi siete, que en ese momento lo tiraron como residuo biológico. Decidimos seguir buscando, me costó mucho superar esa pérdida, logré verlo un minuto y me durmieron, no lo pude enterrar”, relató la mujer.
“Pasó el tiempo, nos hicimos muchos estudios, pero ni ecografías había en esa época, y decidimos adoptar. Fuimos a la Casa Cuna de La Plata, al Hospital Gutiérrez, a la Curia. Alguien nos sugirió que fuéramos al norte, que allá regalaban chicos o los vendían, ni sé quién nos dijo esto, pero no nos gustó”.

“Jesusito, mandame un hermanito”
Mariñelarena afirmó que toda su “gente amiga” en La Plata (mientras ya cursaba la especialización en ginecología), sabía que ella quería tener un bebé. “Mi hija pedía a los gritos ‘Jesusito, mandame un hermanito’, y así siguió corriendo el tiempo hasta que en diciembre de 1977 mi amiga Inés Lugones me llamó, me comentó que existía la posibilidad de un bebé en adopción y me preguntó si yo lo quería. Le dije que sí, le pregunté de dónde pero ella no sabía. Si lo supiera no me lo hubiera dicho porque era mi amiga”.
“Un mes después, como no pasaba nada, supongo que por la ansiedad yo la debí llamar a ella y me dijo que el trámite estaba retrasado. Interpreté que no se iba a dar, hasta que el 27 de febrero de 1978 Inés me llamó a mi consultorio a las siete y cinco, dejé de atender, le avisé a mi marido y nos fuimos a Buenos Aires, que es donde vivía Inés”.
“Fue uno de los momentos más emotivos de mi vida. Inés me abrió la puerta, en la calle Luis María Campos, frente a un hospital grande, nos hizo pasar al dormitorio y arriba de la cama, en un moisés, estaba mi hijo (N. de la R.: Federico Cagnola Pereyra)”.
“Lo cambié, él lloraba, le dimos una mamadera, esperamos a que llegara su marido (el represor Guillermo Minicucci), y nos quedamos a cenar. Volvimos a casa, hicimos una puesta en escena, yo fingí que me acostaba a dormir, y pusimos el moisés en el dormitorio de Constanza, y cuando ella llegó y lo vio dijo ‘Mamá, mamá, Jesusito nos mandó el bebé’. Al día siguiente a la mañana fui a la Maternidad a pedir que me firmaran una partida de nacimiento, como la cosa más natural del mundo, los dos primeros colegas me dijeron que no me iban a firmar nada pero el tercero sí, haciendo constar que había nacido en una clínica privada que tenía él en la zona oeste de La Plata. Cometimos un delito, ya lo sé, pero en ese momento, 35 años atrás, sentí que lo adoptaba”. Y cínicamente agregó: “Lejos de ocultarlo, yo debo haber pasado con el cochecito muchas veces por delante de la casa de la Abuela Coqui (Pereyra)”.
 “Yo seguí con mi trabajo de siempre. No se habló, nunca nadie preguntó nada, y en el 80 decidimos irnos a vivir a Arrecifes por razones de unidad familiar, porque Pepe (José Bacca) trabajaba allá, nos fuimos”.
“Los chicos crecían bien, del 80 al 90 hicimos nuestra vida en Arrecifes, nos hicimos nuestra casa, vimos crecer a nuestros hijos, y en 1989 empezamos a andar mal con mi marido, y entre el 90 y el 91 nos separamos y luego nos divorciamos”.
“Cuando Hili (Hilario) tenía cinco años, no había psicólogo ni psicopedagogo en Arrecifes. Un día estábamos los tres en la cama, Constanza, él y yo, y no se cómo salió el tema de la panza, y yo le conté que él no había salido de mi panza sino del corazón, y se largó a llorar, y después me dijo ‘No importa, pero puedo subirme a tu panza todas las veces que quiera’. Pasó mucho tiempo hasta que volvió a preguntar y le volví a decir lo mismo”.
“Con Inés (Lugones) nos seguimos viendo, hemos ido a Paraná a visitarlos, ellos han venido a la nuestra, mi amistad era y es con Inés, a pesar de que yo tenga que haberla deschavado de esta manera cruel”, sostuvo Mariñelarena, tratando de soslayar la relación con Minicucci.

“Me pongo a llorar como una boba”
A medida que avanzaba en su declaración, la apropiadora trataba de mostrarse como una víctima que no fue: “No pueden decirme lo que yo viví en esa época, el miedo paralizante de ver que el marido de mi amiga era eso que me decían los diarios, yo tenía miedo de que vinieran los militares, que me mataran al bebé, que nos mataran a nosotros”.
“Cuando Hili se hizo el ADN teníamos otro abogado, y nosotros, en contra de su opinión,  le dijimos a Hilario ‘Andá y conocé a tu familia biológica’. Ese día salimos corriendo a lo del doctor Pierri (su abogado actual), y él nos dijo que nosotros teníamos que acercarnos a Abuelas para fomentar el vínculo. Entonces fuimos a la casa de las Abuelas, entramos, había un mural y ahí estaban las fotos de todos esos jóvenes que fueron unos idealistas y no unos boludos como yo (sic), y estaba la foto de Lali (Liliana Pereyra) y del papá de Hili (Eduardo Cagnola). Hablamos con la señora de Carlotto, y ella nos dijo que en esa institución no se recibían delincuentes… Ahora, más allá de lo que pueda pensar de nosotros, pienso que ella es maravillosa y lo que han hecho todas estas instituciones es maravilloso”.
“Yo leí en el blog de Abuelas que nosotros tuvimos ‘cautivo’ a Hilario 35 años, cuando en 1996 él se fue a vivir a Buenos Aires y más de la mitad de su vida la vivió solo y libre, y no siento que seamos ‘apropiadores’. Así como tampoco la señora Lugones es una ‘entregadora’, porque es mi amiga y estoy segura que no sabía de dónde venía Hilario”, se quejó Mariñelarena, sin considerar que el daño psicológico que padece alguien que ha sido arrancado de los brazos de su madre a horas de nacer, poco tiene que ver con la libre circulación por el territorio.
“Hilario no está bien y en este momento esto es lo más importante, quiero que lo tomen en cuenta, porque yo temo por su psiquis”, dijo la mujer, desentendiéndose del terrible daño que ella misma le causó durante tantos años, conociendo además –como demostró que conocía– todos los procedimientos legales para adoptar a un niño.
“Me pongo a llorar de nuevo como una boba, disculpen, me voy a sonar la nariz”, concluyó.

“Fue Hilario, pero podría haber sido cualquier otro”
El ex marido de Mariñelarena, José Bacca, también declaró hoy y siguió la misma estrategia que ella, despegarse de Minicucci y presentarse como un hombre de bien.
“Lo conocemos bien a Hilario, él sufre, tiene problemas respiratorios, nerviosos, le duele la cabeza, y no sabe qué hacer, y se pregunta por qué tanta bronca con nosotros, que no quisimos sacarle el hijo a nadie. Fue él, pero podría haber sido cualquier otro. Piensen (dirigiéndose a los abogados de la fiscalía y la querella de Abuelas) que él es mucho más importante que nosotros. No se nos puede meter en la misma bolsa diciendo que somos unos ‘genocidas’, si han investigado tienen que remontarse a los orígenes de cada uno”.
“Yo me formé en una familia trabajadora, hice un esfuerzo para estudiar arquitectura, después ayudé a mi familia, yo tenía mis ideales, me han metido preso por tomar la universidad en los años 60”, relató. Luego se refirió a sus valores morales, éticos, a su don de palabra y a su responsabilidad “humana” y profesional.
“No pensamos nunca que le estábamos haciendo tanto daño”, reconoció al cierre de la indagatoria.

1 comentario: